Pasarme toda una tarde dándole vueltas al por qué estoy así de decaída, desganada y, al final, darme cuenta que, como siempre, es por ti. Realmente, creo que siempre he estado así en mi interior pero no me he dado cuenta del problema hasta que mi cerebro se ha quedado sin vías de escape de ese jodido tema. Mis amigos se han ido y mi único método de conversación con ellos es mediante el móvil; tengo demasiado tiempo libre encerrada en esta casa en vacaciones, todavía no puedo hacer ese deporte que tanto me encanta y la vía de escape mediante el sexo está... algo estancada.
Y claro, luego estás tú, tan jodidamente cerca (literalmente cerca, vives a cinco putos minutos de mi), presente y ausente en mi vida de tal manera que duele de una forma que no es ni normal, y tu bipolaridad. Oh, esa famosa bipolaridad que me tiene harta de ti y de mi.
De ti por ser tan capullo que no eres ni capaz de aceptar la puta verdad que tienes delante de los ojos y de mi, que soy diez veces peor que tú, pues tras golpearme repetidas veces contra la piedra, ahí sigo. ¿La diferencia de antes y ahora? Que ahora he pasado a coger la piedra y golpearme en la cabeza porque, a quién queremos engañar, es más efectivo a estar esperando a tropezar con ella. Tal vez así esa parte irracional de mi cuerpo se dé cuenta de lo que está pasando en la vida real, y no en esa maldita fantasía en la que vive.
Así que sí, he llegado a la conclusión de que la culpa si no es íntegramente mía, al menos lo es al noventa por ciento, porque he sido la que ha permitido que cruces la línea de tal manera que ya es inexistente. Sí, eres un capullo por haberla cruzado pero, ¿no sabía yo eso desde un principio?
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